Todos los días alguien desmesuradamente
amado se complace frente a tus nuevos logros,
con tu afán y su fuerza imperceptible le enseñas
al rutilante exótico que olvida arrebato.
Mucho más allá de los instrumentos humanos
de la futura escuadra se escuchan acertijos
que desvanecen el sentido de los repliegues
y hacen perdurar todos los agradecimientos.
En el recodo de ti mismo sin ir más lejos
convive el arte pleno y palmeral coruscante,
y en dar las gracias va Él corazón del amor
entrelazado con música de su enseñanza.
José Pómez
21 diciembre 2016 en 15:01
¡¡Hola de nuevo!! Me ha encantado, es un poema creativo muy ocurrente y bien rimado :-)))