Terrones generales de tintura
acarician los brotes que embravecen
con aplausos de los soberbios recios
que entre las lunas copian con los fuegos
de la enmienda aclarada en pincelada.
Y desde el ruego antiguo y remedado
consultan con los blandos artesanos
sobre el desprecio del amor sincero
censurado en la lira y en espejo
rumoroso de recta y vieja entrega.
El elogio del río pretendido
obsequia con sonrisa sorprendida
ridícula y cercana al aparato
en compañía excelsa de los rostros
aplomados en gozos naturales.
No faltará ni la sandalia alada
como impulsada con los votos sueltos
y olvidados en una encrucijada
retratada con un deseo vano
e inútil sin ser del amor la llama.
José Pómez