En compañía de brisa salada
sujeto al lugar donde te dedico
un amor entregado y por constante
permanezco así cerca de tu pecho
fuerte en luz de los días anunciándote
finalmente alojado en primitivo
asombro de caricia a tu cabello.
Una mano decide acariciarte
la mirada firmada con tu nombre
en el encuentro abierto de pintores
y me cuentan algunas alegrías
estilizadas con la espera viva
en la ventana holgada y más ausente
que el pájaro dorado de la veta.
Momento del encuentro decidido
abre la puerta de las condiciones
de tal manera encaja la inquietud
tradicional y bella de inclemencia
desvanecida y atónita en lo alto
aumentada confirma transparencia
inquietante del agua bien amada.
Todo ese fuego lleno de celeste
se parece a belleza de las olas
a la luna de tus ojos abiertos
y a la bondad sembrada con tu esfuerzo
entre dificultades porque aloja
de forma permanente y justa en tu alma
sin las sombras oscuras de las riadas.
No, no poseo, –mas mucho te empeñes–
ni siquiera una de las golondrinas
que suppones en mi poder, creída
platónica cercana, con la tuya
anunciada en las aguas familiares
no tendré más remedio que observar
su vuelo de centella acaecido.
Y no te dejo nada escrito alada
ni en la proximidad de tu ventana
recreativa ni en balcón sellado
si acaso en el registro de los versos
humildes y diversos aquí en tu alma
va alcanzando los montes y las luces
desde la algarabía de los sueños.
José Pómez